Ya es primavera aunque la meteorología no lo manifieste en su máximo esplendor. El campo resurge después del invierno, el frío y las nevadas. Los brotes verdes emergen de la tierra y las plantas comienzan a sentir el incremento de la temperatura y la luz. Los días son más largos.
En la bodega los vinos evolucionan a favor del tiempo. Despacio, al ritmo de la cueva, bajo el belote. Hemos embotellado nuestra nueva colección de vinos orgánicos elaborados en tinaja de barro y en depósitos de hormigón. En formato magnum donde la edición limitada de la cosecha 2017 se desarrollará como la composición de una sinfonía.
Los vinos nacen en el viñedo, los suelos dan vida a las raíces y los conductos internos de las plantas se activan con la savia nueva que aporta la primavera. En unos pocos días, las vides comenzarán a expresarse mediante un fenómeno mágico conocido como el lloro.
EL LLORO DE LA VID EN PRIMAVERA
Cuando la temperatura asciende y supera los diez grados, y las horas de sol sumadas al grado de humedad y la temperatura alcanzan un nivel óptimo, la vid despierta del letargo invernal. Un año más, un ciclo más, las cepas vuelven a la vida, si es que alguna vez han dejado de hacerlo.
La savia asciende desde las raíces hasta los vértices de los sarmientos heridos por los cortes de la poda reciente. La fuerza del despertar impulsa al líquido desde el interior de la planta hacia el exterior. La vid llora. De nuevo ha regresado a la vida.
Encontramos el equilibrio en la Naturaleza mucho más allá del concepto de territorio o Denominación de Origen. Más allá de los límites geográficos que delimitan un mapa y dividen a los pueblos independientemente de su ubicación.
Nos gusta comprender el vino y la viña desde el punto de vista de la biodinámica y el retorno al origen como base de nuestra filosofía y gestión del cambio.