La vendimia de este año ha llegado a su fin. No ha sido una cosecha fácil de gestionar debido a las inclemencias meteorológicas acontecidas en la primavera, así como la sequía de un verano que ya es una tónica en las últimas recolecciones. Es momento de tomar decisiones y pensar hacia dónde queremos evolucionar. Es un momento decisivo en la bodega, que nos lleva a pensar en los retos que tenemos por delante en los próximos meses, en el tiempo que discurre entre cada mes de septiembre.

Algún día soñamos con el ahora, con sentir lo que sentimos cuando elaboramos los vinos y la perspectiva que solo el tiempo da, los recuerdos de la infancia en el pueblo, del pisado de las uvas en el lagar y el esfuerzo del mantenimiento del viñedo. Recuperamos la memoria de un pueblo que albergó casi mil hectáreas de vides repartidas por las colinas, orientadas a los cuatro puntos cardinales. Entonces aprendimos lo que somos hoy, la efervescencia de un racimo en la cuba de fermentación en las cuevas donde se produce el fenómeno mágico de la fermentación.

El cuidado de la elaboración, la creencia en la mejora y la renovación del propósito han sido claves para nosotros. Comprender cómo plantear nuestro proyecto en el pueblo que nos vio nacer, en las angostas calles donde el vino era un elemento cotidiano. Nos sentimos parte de un todo, confiamos en nuestras uvas, en las variedades locales y la vinificación como siempre se hizo. Estamos a favor del cambio tecnológico entendido como un cambio cultural y de la pulcritud en los diferentes estadios que la uva y el vino relatan a lo largo del ciclo vegetativo.

La cueva donde los vinos duermen y maduran con el paso de los días, es un elemento vivo. Siempre hemos confiado en la labor silenciosa de los microorganismos que en ella habitan, te la temperatura constante y del poder del barro, de la arcilla excavada a pico y pala. Elaboramos vinos sin intervención, permitiendo que se expresen tal y como son, sin desvirtuar el origen, lo que el clima y la tierra dan.

La labor creadora, la orientación de la producción, la forma y el molde, los recipientes de elaboración, son meros conductores de una forma de vida, de la unión entre el ser humano y la naturaleza, a través de un hilo teñido como los ríos rojos de la memoria.

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