Nunca olvidaremos la recolección de este año. Cómo llegamos a la vendimia, al momento que ansiamos tres cientos sesenta y cinco días al año. La incertidumbre. La escasez de uva y las condiciones meteorológicas hicieron que Septiembre se convirtiera en un mes donde el desasosiego fue una pauta común.

Una helada primaveral marcó el desarrollo del viñedo. Lo paralizó. No hubo tiempo para tomar medidas preventivas. Sucedió. Ni los más antiguos del lugar recordaban el fenómeno de la magnitud gélida que se presentó una madrugada de Abril. Las plantas sufrieron. Pusieron resistencia, lucharon como si fuera su último suspiro, pero la intensidad, la fuerza de la naturaleza superó el esfuerzo por la supervivencia.

Los racimos incipientes se apagaron y oscurecieron. El impacto en determinadas zonas fue castastrófico. La cosecha estaba perdida, no había fruto. La Prieto Picudo fue sensible a la helada. La brotación temprana y la escasez de agua se definieron como factores agravantes de la situación.

Las plantas continuaron su camino, algunas rebrotaron. Otras se paralizaron. El ciclo de la vid avanzaba en el sentido contrario a las agujas del reloj. El verano se aproximaba y las reservas hídricas del suelo disminuían. Los meses calurosos acrecentaron el deterioro de las cepas.

Agosto fue un mes seco y el viñedo llegaba a su etapa final de cara a la vendimia. La poca producción que restaba en el campo padeció un decremento. Otro factor determinante para marcar con una X la cosecha de 2017. El mercado de la uva, la oferta y la demanda, se volvió loco. Los precios se dispararon en las zonas donde la meteorología había sido más benévola. En los bares de los pueblos se hablaba de mermas de uva de hasta el noventa por ciento.

SI LA VENDIMIA ES DIFÍCIL LA CREATIVIDAD ES LA BASE PARA INNOVAR

Este año los costes de producción han sido más altos. Hemos tenido que comprar uva a otros viticultores y amigos de confianza. Creemos en los vinos que elaboramos. Calandria y Belote. Conocemos su recorrido. Cómo les gusta evolucionar y madurar en la cueva donde los elaboramos. Sabemos qué no podemos engañar a los consumidores y disminuir la calidad. Nos estaríamos engañando a nosotros mismos.

Hemos superado la vendimia y la incertidumbre. Los vinos, tal y como nosotros queremos, evolucionan en la bodega. Además, hemos apostado por la elaboración de un blanco en tinaja de barro como se ha hecho toda la vida, con raspón y pisado, y por un rosado tradicional, una vuelta a los orígenes.

Cada mañana salimos al viñedo. Y valoramos el estado de las plantas y pensamos en la poda que tendremos que realizar. Este año los trabajos culturales serán exigentes. Habrá cepas que les costará recuperarse tres o cuatro años. Otras, quizá lo hagan más rápido.